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miércoles, 19 de diciembre de 2007

Aires navideños

Una vez que se declaró oficial el cambio de clima en Hermosillo, aparecen como por arte de magia las enfermedades respiratorias y los arrebatos nostálgicos de los habitantes situados en las vísperas de Navidad.

Los remordimientos tras los festejos invernales empiezan a aparecer en las conversaciones, en este caso dedicados a narrar las hazañas etílicas que tienen por escenario las posadas, las despedidas de fin de cursos y los festejos que se realizan en las oficinas por motivo de las vacaciones navideñas.

Los excesos, alardes de resistencia, dolencias crónicas remontadas en actos de navegación etílica, las provocaciones de la publicidad comercial, el ambiente familiar que predispone y la derrama producto del pago de aguinaldos, hacen un caldo de cultivo de cuya densidad hablarán las cuentas por pagar y la satisfacción de reunirse con familiares y amigos.

Menudean las tarjetas electrónicas y las impresas en papel, dejando constancia de la creatividad formateada en idioma inglés, fría y eficiente como logotipo policromo producido en serie, como pieza de un museo dedicado a preservar la muerte de lo individual en aras de la producción masiva de ejemplares monocordes, clonados para beneficio de alguna empresa extranjera.

Las calles empiezan a abarrotarse de demandantes respetuosos de la oferta que convoca desde muchos lugares a drenar con mexicana alegría el exiguo cheque quincenal y el aguinaldo que, en conjunto, constituyen el ingreso personal disponible que el mercado necesita para conferirle a usted y a mi el estatus de cliente potencial.

Pero, por otra parte, la carencia de ingresos suficientes y necesarios despierta en el consumidor frustrado o disminuido, un sentimiento de rencorosa auto conmiseración: lo que pudiera haber sido y no va a ser taladra la conciencia del cliente evasivo y, de los bolsillos semi-vacíos surgen a puños las posibilidades de endeudamiento y la búsqueda de alternativas baratas para cumplimentar la ilusión del estatus derivado de un poder adquisitivo que queremos pero que no tenemos.

Podemos salir al centro comercial, pararnos frente a la oferta que se derrama en los estantes y aparadores, en las isletas provocativas y opulentas, en las promesas de bienestar que nos obsequia el gobierno de la república, en el encanto lejano de una vida cercana a la que aparece en los comerciales de la televisión; pero cada cual y sus circunstancias va marcando con claridad las diferencias esenciales entre la publicidad comercial y la propaganda gubernamental y la realidad nuestra de cada día.

El ambiente que nos envuelve no logra disuadirnos de que las carencias del año no hacen, por obra de la navidad secuestrada en los aparadores comerciales, la diferencia mágica que nos convierte de sapos a príncipes encantados; de asalariados con pago depositado en una cuenta bancaria a poseedores de una tarjeta que tiene por virtud la apertura de puertas que nos permiten acceder a los niveles de consumo deseados.
La navidad hecha un carnaval de consumo, un carrusel enloquecido entre la oferta y la demanda de bienes y servicios genera una sensación de vacío, de impotencia, de angustia que se resuelve, a veces, en los terrenos oscuros de la irracionalidad.

En cambio, la navidad como promesa de un reencuentro entre lo que fuimos y lo que somos, entre nuestra lejana infancia, nuestra esperanzada juventud y nuestra madurez o vejez, quizá permita una evaluación más útil de lo que tenemos.

Las circunstancias particulares hacen posible que la publicidad, la propaganda, los mecanismos de inducción, dejen de ser tan influyentes y podamos situarnos en terrenos más objetivos. Probablemente el logro mayor en estas condiciones, consista en que tomemos decisiones maduras, acordes con nuestras verdaderas capacidades, con nuestra realidad personal.

Una serie de decisiones prudentes y situadas en el contexto de nuestra realidad personal, pueden obrar el milagro de la navidad: sobrevivir el año con sensatez, y agradecer la posibilidad de que las cosas cambien para bien. Es decir, que estemos dispuestos a que las cosas sucedan merced a la voluntad de cambio que debe anidar en nuestros corazones.

Una navidad sin esperanzas no puede ser una feliz navidad. Quizá sea tiempo propicio para empezar a construirla en un ejercicio de optimismo basado en nuestras propias capacidades de logro. Que así sea.

¿CALIDAD SONORA?

En materia educativa, el gobierno de Eduardo Bours ha empeñado sus esfuerzos en el logro de lo que se ha dado en llamar “calidad Sonora en educación”. La críptica expresión vale la pena un breve análisis.

El suponer que el estado de Sonora puede tener una calidad distinta y característica en materia de educación sugiere que las prácticas educativas y el sistema en su conjunto, considerando cuadros directivos, docentes, administrativos de apoyo en cada plantel, tienen algo que los distingue de los demás en el sentido positivo.

En el Plan Estatal de Desarrollo y en el Programa Estatal de Educación, se enuncian programas que tienden, se dice, a mejorar la educación y formar a mejores ciudadanos, más capaces de seguir aprendiendo, más independientes y críticos, más pertrechados de valores, más abiertos a los cambios del progreso y más capaces de emprender actividades productivas.

Tan maravilloso panorama no tiene nada de original, si recordamos que el Programa Nacional de Educación (PNE) de Fox, postula estos programas y los hace obligatorios al sistema educativo gubernamental y proporciona, o al menos se compromete a hacerlo, los medios económicos para que sean posibles. Así surgen los programas de becas estudiantiles, de tutorías, de estímulos al desempeño docente y demás.

Si comparamos lo que establece como obligatorio el PNE con lo que postula el correspondiente al estado de Sonora, tenemos que son similares, que el estatal sigue puntualmente las directrices federales, prometedoras de apoyos a quienes acaten las disposiciones.

Aquí surge la pregunta, ¿cuál sería la calidad Sonora en educación, si nuestro estado sigue la línea federal igual que los demás?

Pudiera suponerse que en Sonora se siguen las normas federales pero procurando darle un “plus” en forma de una mejor atención al clima educativo, mejor relación profesor-estudiante, mejores y más eficientes formas de apoyo a los jóvenes en riesgo y una muy estricta vigilancia en materia de ética docente y moral estudiantil.

Todo ello supondría que los cuadros directivos y de apoyo académico en los planteles realizan sus labores conscientes de su responsabilidad social y laboral, que los directores de escuela conocen los perfiles de sus docentes y que no permiten desviaciones en la misión formativa encomendada a ellos.

Podría entenderse que la misión de la escuela es formar mejores ciudadanos, comprometidos con su estado, portadores de valores que orientan su vida personal y, al tiempo, profesional; y que esa misión cuenta con las mejores condiciones de infraestructura, logística, recursos humanos y técnicos, así como materiales y de servicio adecuados para tal fin.

Pero, sobre todo, que el personal docente y directivo está realmente comprometido con su responsabilidad, que construyen con su trabajo diario las condiciones para que sea posible el supuesto de la “calidad Sonora en educación”. Enseguida mostraré que el supuesto es falso.

A principios del mes de noviembre, en la escuela secundaria estatal 33, una niña de tercer año recibió una desagradable lección por parte de su maestro de Ecología, quien inopinadamente le dijo: “cuando crezcas vas a ser una mujer muy ardiente.”

La niña pasó momentos de confusión y extrañeza ante el comentario de su maestro, quien tiene fama de masturbarse en clase, friccionando su entrepierna a la vista de sus alumnos. El profesor conocido por el alumnado como el “Bora”, al parecer no consideró ni el lugar, ni la minoría de edad de la alumna, ni el compromiso gubernamental de “calidad Sonora”, para contener lo que a todas luces lo hace potencialmente peligroso para sus alumnas.

El caso se expuso al Subsecretario de Operación Educativa de la SEC, Mtro. Pedro Hernández Peña y le fue turnado a la directora del plantel. La directora reconoció ante la trabajadora social, la psicóloga y la propia niña afectada que, el Bora tiene tendencias peligrosas. Le explicó a la afectada que la SEC requería una respuesta sobre el caso, pero durante dos semanas ha insistido en “ponerse de acuerdo” con la niña acerca de la respuesta que se dará a la SEC.

La directora justifica la permanencia del Bora porque conoce su materia, pero también está consciente de que es descuidado y poco cumplido en sus labores docentes. El subsecretario Hérnández está al tanto de la labor de dilación y posible encubrimiento de la directora de la secundaria estatal 33, sin que a la fecha de publicación de este artículo haya habido una respuesta y una reacción de la SEC sobre este penoso incidente.

¿A qué podemos llamar calidad Sonora en educación? ¿Sabrá el gobernador Bours de los atropellos que se cometen en las escuelas contra los estudiantes? ¿Sirven de algo las campañas sobre “valores”? ¿El subsecretario Pedro Hernández se decidirá a actuar conforme su responsabilidad político-operativa en beneficio de la credibilidad del gobernador en materia de “calidad” en la educación?

En los planteles pululan enfermos mentales, maniáticos sexuales, pervertidos de diversa ralea, adictos a las drogas, hampones de la educación, de tal manera que no se puede pedir al gobierno que reivindique integralmente el supuesto de la calidad Sonora en educación, salvo como propósito que se puede lograr mediante acciones específicas en casos específicos.

Lo que le presento es un caso bastante concreto del cual tienen conocimiento las autoridades más directamente responsables: la directora del plantel junto con la trabajadora social y la psicóloga, y el Subsecretario de Operación Educativa de la SEC. ¿Pondrán remedio? ¿Se decidirán a retirar de las aulas a un maniático sexual plenamente identificado y que es una vergüenza para la docencia en la secundaria 33 y en el sistema educativo estatal? ¿Tendrá sentido la frase de “calidad Sonora en educación” o, cuál será esa calidad?