Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

viernes, 28 de abril de 2017

Menos mal...

“El trabajo más productivo es el que sale de las manos de un hombre contento” (Víctor Pauchet).
  
Como se sabe, los sindicatos universitarios guardaron cadenas y banderas rojinegras para otra ocasión. Los ofrecimientos en grado de insulto, dieron los frutos esperados, a pesar de ser notoriamente insuficientes, ridículamente bajos, precariamente satisfactorios y absurdamente alejados de la realidad del día a día de los trabajadores de a pie frente a los costos de la subsistencia en estas tierras cachoreras y lixiviadas,  rezongonas pero mansas, criticonas pero apaciguables con promesas de campaña, ofertas irrechazables de un mejor futuro, pero muy en el futuro, cuando la mayoría esté muerta, casi-muerta o  de plano momificada y envuelta en papeles cuyo origen bien puede ser los volantes de protesta repartidos, los periódicos sindicales y las mantas que tuvieron poco uso y escaso lucimiento mediático. La vida sigue su curso, los discursos, ruedas de prensa y afanes reivindicatorios ya forman parte del inventario colectivo de anécdotas. Los estudiantes pueden, en la recta final del semestre cuando todo ya está decidido, estudiar en paz…  

La solución del conflicto, una vez más, fue la pachorra administrativa, la amenaza de algunas incomodidades en caso de tener que hacer guardias, el calorón que se sufre fuera de las refrigeradas aulas universitarias y el desprestigio institucional que sudan los profesores cumplidos y formalmente comprometidos con horarios y formatos, becas y estímulos, y las posibilidades de lograr un retiro burocrático como sea y cuando el destino los alcance. Para otros parece que fue la oferta de un bono por una sola vez que colmaría transitoriamente sus posibilidades inmediatas de consumo.  

En cualquier caso, las violaciones al contrato colectivo de trabajo, los reclamos de rezonificación, de mejores medidas de seguridad e higiene, de salario remunerador, de seguridad social plena y satisfactoria en materia de servicios de salud, pensiones y jubilaciones y vivienda, de respeto a la bilateralidad del reglamento de becas, de los mecanismos de ingreso, promoción y permanencia contenidos en el Estatuto del Personal Académico (EPA), de transparencia y honestidad en el manejo de los recursos institucionales, de cumplimiento de las obligaciones patronales con el Isssteson, entre otros aspectos centrales, pueden esperar a que el infierno se congele porque, al parecer, no eran tan urgentes o importantes y así lo evidenció una mayoría de votos porque las cosas sigan igual, o peor.

La imagen institucional queda inmaculada, porque no hubo huelga; el gobierno de la señora de Torres se apunta un logro porque no hubo huelga; la burocracia universitaria suspira tranquila porque la sucesión rectoral será bendecida con la calma panteonera que obsequian los sindicatos porque no hubo huelga. Menos mal que no hubo huelga…


Menos mal que el contrato colectivo de trabajo no es importante y que todo se puede arreglar con convenios de corte inmediatista, verdaderas invitaciones al olvido de obligaciones legales y de trato justo hacia la parte trabajadora. Menos mal que los profesores universitarios prefieren la calma narcótica de la rutina del llenado de formatos y el cumplimiento de horarios antes que emprender una lucha por éstas y las futuras generaciones de profesionistas dedicadas al servicio universitario docente. Menos mal que la combatividad de los trabajadores se puede canjear por beneficios por una sola vez, y que la precariedad de las medidas de seguridad e higiene, así como la falta de respeto hacia el valor del trabajo, pueden caber fácilmente en la bolsa común de las reivindicaciones fallidas de las masas proletarias.


Sonora está en paz, la universidad está en calma, los funcionarios de una y otra esfera de relaciones pueden gozar de un merecido descanso, sin problemas, porque además se atraviesa el 1 de mayo, día feriado que se conmemora bajo techo, en el CUM hermosillense, mientras que los ciudadanos comunes y corrientes bien pueden broncear la piel y calcinar sus recuerdos por las calles y avenidas de la ciudad, donde marchan a caballo los ganaderos y a pie los asalariados. Menos mal…    

domingo, 23 de abril de 2017

¿Debe haber huelga en la Universidad?

Lucho por una educación que nos enseñe a pensar y no por una educación que nos enseñe a obedecer” (Paulo Freire).

Nadie discute que el derecho a la educación de los jóvenes está garantizado por la ley y las buenas costumbres sonorenses, independientemente de que no se garantice ni la calidad, ni el empleo ni la seguridad social de los egresados. Por supuesto que la educación es una prioridad para el desarrollo del estado y el país, aunque el modelo de desarrollo es el de atraer inversiones en maquilas y otros giros que no generan necesariamente valor, aunque sí precio. Naturalmente que el gobierno vigila con celo la suave marcha de los procesos educativos y financia sin reparos la educación pública, siempre y cuando no le cuesten mucho y no comprometan el gasto dedicado a campañas de autopromoción electoral y de propaganda sobre los milagros logrados por la administración en turno.

Nadie, salvo los afectados directos como son los sindicalistas universitarios, cuestiona e indaga sobre los desvíos de fondos públicos denunciados y sobre los recursos que fueron transferidos de una a otra partida sin justificación ni transparencia alguna. Ningún espíritu justiciero repara en el hecho de que se hayan aumentado las plazas de confianza a costa de las académicas. Tampoco a alguien ajeno a la universidad de a pie parece preocuparle las continuas y reiteradas violaciones al contrato colectivo de trabajo por parte de la administración, lo cual, sin duda alguna, ha contribuido al enrarecimiento del clima institucional y crispado las relaciones entre trabajadores y autoridades. Desde luego, a nadie parece importarle que los trabajadores académicos, así como los manuales y administrativos son parte esencial de la fuerza laboral de la Universidad, regidos y amparados por un contrato colectivo de trabajo en el marco de la legislación laboral vigente, por lo que no son ni mártires ni santos, sino simplemente trabajadores especializados que realizan sus labores a cambio de un salario, tal como ocurre en otras esferas de la producción y los servicios. Si bien es cierto que la parte económica del contrato es importante, también lo es el respeto y la voluntad de diálogo de las partes y, en este caso, la administración se ha negado.

En cambio, a los representantes de la universidad mediática y burocrática les parte el alma la posibilidad de que “no haya clases” y que se “deje sin educación” a los jóvenes que acuden a las aulas desde los más variados lugares de origen, con el consiguiente “gasto familiar”. La angustia corroe las entrañas de algunos funcionarios nalgas planas encaramados en las secretarías, las divisiones y las jefaturas de departamento porque una huelga “afecta la imagen institucional” y hace desmerecer la calma porfiriana que hay en Sonora bajo la gubernatura de la señora de Torres. El coro de plañideras apenas empieza con puntualidad: el día 28 se vence el plazo para evaluar el avance o el estancamiento y abandono de las negociaciones, en el sentido de lograr o no acuerdos y tareas para resolver el conflicto y, por ende, la huelga.

El rector Grijalva y su patético coro de apoyadores a sueldo pueden reconocer las “justas demandas” de los trabajadores, a la par que promueven “incidentes no especificados” ante la Junta Local de Conciliación y Arbitraje (JLCA), con el fin de que se archive el expediente porque el STAUS “ya estalló” la huelga a principios de mes. Lo curioso del caso es que la autoridad laboral admitió indebidamente el incidente, siendo que solamente debió hacerlo cuando se refiriera a la personalidad jurídica de la parte sindical. Si la JLCA viola la ley flagrantemente al admitir un recurso ilegal, ¿cuál es la conclusión que el lector puede obtener acerca de la imparcialidad de la autoridad?

¿Los plañideros supuestamente interesados en la “educación de los jóvenes” están de acuerdo en que se pisoteen, cuando no se desconozcan, derechos sustantivos de los trabajadores? ¿Están a favor de dar una educación basada en la subordinación de los sindicatos a autoridades venales, corruptas y manipuladoras? ¿Qué clase de profesionistas tienen pensado lanzar al mercado ocupacional que prestigie a nuestra Alma Mater y que impulse el desarrollo integral de Sonora? ¿Qué tan innovador puede ser un egresado formado en la servil obediencia del patrón y en la ausencia de conciencia social? ¿Qué utilidad puede reportarle a la sociedad tener alumnos que desconocen los derechos de los trabajadores? ¿La idea de democracia y justicia social no pasa por las mentes de los burócratas encaramados en la administración pública y la universitaria? ¿La educación y la formación profesional se limita al cumplimiento de horarios y calendarios escolares, sin contexto ni contenido? ¿El académico es un robot diseñado para el llenado de formatos y el cumplimiento de horarios? ¿A qué horas dejó de ser universidad para convertirse en una vulgar maquiladora de títulos y constancias?

En la actual coyuntura no está en juego solamente la dignificación del trabajo universitario, de su contrato colectivo, de la existencia misma de los sindicatos, sino la naturaleza formativa de los estudios universitarios. En aras de contribuir a la formación profesional, humanista y ciudadana de los estudiantes y de la dignificación del trabajo profesional tanto de los maestros como del personal de manuales y administrativos ante las agresiones de la administración universitaria, sin duda alguna debe haber huelga en la Universidad de Sonora. Mientras no haya voluntad de diálogo y arreglo transparente y justo, que así sea, por el bien de todos.  


domingo, 16 de abril de 2017

Y usted, ¿ya resucitó?

                  “Donde hay poca justicia es un peligro tener razón” (Francisco de Quevedo).

La semana que resulta Santa por obra de las tradiciones histórico-religiosas que dominan el imaginario espiritual judeo-cristiano, ha concluido como deben hacerlo las semanas dedicadas al tránsito entre la adrenalina y la catarsis liberadora; entre el viacrucis, la pasión, muerte y resurrección del salvador designado, del cordero sacrificial que sufrirá en pellejo propio los errores, trapacerías y resbalones de los simples mortales. Es el “Ecce homo” que la turba espera encontrar tras el desenfreno de una vida irresponsable, tras los excesos y las falencias que producen placer instantáneo, así como remordimientos confesables en el marco de otros excesos igualmente lamentables; la Semana Santa es, finalmente, la reproducción programada del auge, la estabilización y la crisis de un ciclo vital que reporta ganancias turísticas y eventuales nuevas abolladuras en la coraza de respetabilidad de muchos.

Somos una sociedad productora de aves fénix, de delincuentes arrepentidos de cajón, de creyentes acomodaticios de cualquier culto que garantice el perdón y la inmortalidad manifestada en una u otra forma, por uno u otro camino paralelo a la genética, pero sin perder la noción del ser egoísta y marrullero que exigen las circunstancias. Sin duda, el pellejo propio es mejor que el ajeno.

Mientras que la cerveza y la contemplación de la mujer playera, como una belleza natural que debe preservarse de la extinción social, atrapen la atención del espectador, la vida puede seguir su ruta hacia el progreso, hacia la posibilidad de reciclar las viejas estrofas de un romance inacabado con uno mismo y su entorno. El egoísmo tiene una cara conocida en el espejo, pero puede, en aras del equilibrio social, reflejarse en otros cristales y con otros rostros, demostrando que el bienestar propio puede ser también el ajeno.

Es de suponer que lo anterior rebota en el cerebro de Trump, hoy por hoy habitante de la Casa Blanca. Es posible que la bomba con reputación de ser la madre de las demás contenga, además de explosivos letales, algún tipo de mensaje esperanzador para los consumidores de noticias: la civilización occidental estará a salvo en la medida en que tundamos a megatonazos a los que quizá, tal vez, puede ser que, a lo mejor, probablemente constituyan, algún día, una amenaza para “nuestra seguridad nacional”.

La bomba contiene, además, la advertencia de que alguien debe pensar muy bien en las consecuencias de acariciar la sola posibilidad de atacar o afectar los intereses petroleros y de comercio de Estados Unidos, además de sus objetivos de dominación extraterritorial, y que resultará de muy mal gusto, además de una “rara e inusual amenaza”, defender el espacio económico y político nacional frente a los intereses extranjeros. ¿Soberanía nacional?, ¿derecho internacional?, ¡simples excusas para no cumplir los caprichos de las trasnacionales! Así las cosas, la buena conciencia gringa se expresa con claridad meridiana en ese bombazo megatónico que ha dado tanto de qué hablar.

Pero, para jolgorio y satisfacción de nuestra pandilla neoliberal desclasada, la política exterior del vecino del norte incluye en sus planes la incondicional cooperación (se sabe que los títeres no tienen conciencia propia) y apoyo irrestricto a cualquier acción e iniciativa que pudiera presentar en el plano internacional. ¿Ejemplo? Pues ahí tiene la posición de México contra Venezuela en el seno de ese cachivache herrumbroso que es la OEA. Desde esta perspectiva, la democracia debe ser equivalente a la forma en que los gobiernos se agachan y se bajan los calzones ante el garrote gringo y, en consecuencia, entre más blanditos y cooperadores se pongan, más democráticos serán a los ojos de Washington.    

Al viacrucis del pueblo mexicano se pueden agregar los correspondientes a otros pueblos que padecen de gobiernos ayunos en humanidad, víctimas de su propia maquinación contra la razón y la justicia, contra el derecho de las gentes de vivir en paz y con progreso. El pueblo es crucificado, tras un largo y penoso recorrido de escarnio, crueldad y abuso, pero, como sucede con el crucificado del Gólgota, su muerte y el instrumento de su tortura, se convierte en símbolo de su liberación.

Sólo cuando hay plena conciencia del proceso y lo logrado, se puede decir que la resurrección se ha dado, y que el pueblo, como el ave fénix, ha resurgido de entre las cenizas y remontado el vuelo hacia las alturas de una vida sin violencia, con paz y justicia social. Entonces, ha caído el tirano, y el pueblo es su propio salvador.

Viendo cómo están las cosas, ¿usted está dispuesto a seguir con lo mismo? ¿Está dispuesto al cambio? Tras la Semana Santa, ¿usted ya resucitó?

jueves, 6 de abril de 2017

¿Diálogo unilateral?

                                                           “Cada cual es artífice de su propia fortuna” (Salustio).

Parece que las palabras adquieren un nuevo significado cuando las emplean los sordos, los ciegos y los mentecatos irredentos, socialmente hablando. Cualquiera sabe que “diálogo” significa un intercambio bilateral de planteamientos, propuestas, soluciones o, simplemente, inconformidades y mentadas de madre envueltas en eufemismos y expresiones políticamente correctas. La problemática vista de frente, sin ruido ni intermediarios oficiosos, permite medir la fuerza de los argumentos mediante la capacidad de convencer al otro, pero la validez del discurso tiene que responder a una situación que ambas partes identifiquen como cierta, problemática e importante. Si una de las partes entiende como irrelevante lo que se plantea, el diálogo puede no ser significativo, y el interés común pasa a ser particular. En este punto, el ninguneo, la actitud despectiva y la exclusión pueden tomar por asalto la “mesa de negociaciones” y la intención de diálogo pasa a ser monólogo. Los chicharrones de alguien son los que truenan para ser escuchados por los demás.

Actualmente, la Administración de la Unison está empeñada en ejemplificar el no-diálogo a través de la unilateralidad de sus decisiones y de su compulsiva inclinación por ignorar al sindicalismo y desestimar sus reclamos y propuestas de solución. Incluso, se cuestiona la competencia del sindicato académico en cuestiones que tienen que ver, estrictamente, con su materia de trabajo. Si alguien tiene relación directa con las decisiones académicas y su forma de implementación sin duda son los profesores, pero la administración niega la participación de éstos en la planeación, reformas normativas y operación de planes y programas. En este caso, la administración arguye que los profesores carecen de competencia o personalidad legal para intervenir de alguna manera.

Al parecer, estamos ante el caso de que, artificialmente, se separa al trabajador del proceso de trabajo, ya que se le niega el control del mismo y de sus resultados. Entonces, ¿cómo responsabilizar al docente de su desempeño, en términos del aprendizaje de sus alumnos, mediante las evaluaciones en la calificación de su trayectoria laboral? En este caso, ¿qué validez tendrían los puntajes para el otorgamiento de los estímulos a la carrera docente? ¿El trabajador académico puede ser evaluado por acciones y procesos ajenos a su responsabilidad o injerencia?

La situación sugiere que existe unilateralidad que no sólo excluye, sino que desestima la pertinencia de la opinión de quienes por contrato hacen posible el proceso de enseñanza-aprendizaje. La administración y los llamados órganos colegiados monopolizan las decisiones que operan los profesores, sin embargo, los docentes son contratados precisamente para eso; sin embargo, la materia de trabajo reconocida y normada por la legislación y reglamentación universitaria y el contrato colectivo de trabajo (CCT) del STAUS, ponen en el centro del proceso al personal académico. La excelencia y la acreditación de los programas depende, hoy por hoy, del esfuerzo de los académicos.

Sin embargo, el criterio de la administración universitaria es que el sindicato no tiene porqué proponer y señalar cuestiones relacionadas con la matrícula, la ampliación de la oferta, los planes y programas de estudios, entre otros aspectos. En otras palabras, en materia académica, los docentes nada tienen que decir, proponer u observar, solamente cubrir cursos, cumplir horarios y llenar formatos.

Pero si este caso es preocupante, con más razón lo es la absoluta opacidad con que se manejan los recursos económicos asignados a las funciones sustantivas de la institución. Ha trascendido que existen plazas académicas que se han desviado para engrosar la nómina de confianza y que partidas existentes, como la de vivienda, ni se conocen y menos se aplican en beneficio de los trabajadores, sino que se canalizan para fines no identificados, lo que supone un caso de discrecionalidad en el manejo de las finanzas institucionales. Este tipo de situaciones han sido la materia de reclamos recurrentes del sindicato y que la administración se ha negado aclarar. El estado de las finanzas institucionales es, para los sindicatos, un misterio por resolver.

Como sabemos, la administración ha modificado unilateralmente el Estatuto de Personal Académico, el Reglamento de Becas, las convocatorias para los concursos para el ingreso temporal o definitivo del personal, entre otros asuntos que son, por su contenido, claras violaciones al CCT y evidentes causales de huelga, en caso de no haber un cambio de actitud por parte de los representantes de la autoridad.

El reiterado desprecio hacia la parte laboral, el ocultamiento total o parcial de información crucial en esta etapa de prehuelga, la desinformación que la administración se complace en difundir a través de entrevistas y comunicados a la opinión pública, permiten suponer que no hay voluntad real de diálogo, y que la simulación y la opacidad son los instrumentos elegidos por la autoridad para su relación con la contraparte sindical.

Es claro que en esta coyuntura está en juego la integridad y la credibilidad de la organización sindical, habida cuenta que la defensa del contrato colectivo de trabajo debiera ser el punto de unión de todas las corrientes y sectores del personal, tanto académico como manual y administrativo. Sin embargo, se observa una tendencia hacia la desactivación de medidas que puedan afectar a la administración, como son los paros parciales o totales de actividades, debido al temor de algunos trabajadores de ser objeto de descuentos por faltas. La pregunta obligada es la siguiente: Si no están dispuestos a afrontar un eventual descuento de un día, ¿serán capaces de aguantar una huelga?


La urgencia actual es lograr la unidad de propósitos y acciones y, sobre todo, la conciencia de ser trabajadores en lucha por los más obvios e indiscutibles derechos contractuales, sin los cuales no tendría caso el sostener un membrete vacío de contenido con el nombre y el logotipo de la organización sindical. Se estaría en manos de la voluntad omnímoda y autoritaria de una administración cada vez más carente de respeto por la legalidad y dispuesta a desconocer las conquistas históricas de los trabajadores universitarios de Sonora. El momento de la acción es hoy, el mañana será sólo el producto de lo que hagamos o dejemos de hacer. La moneda está en el aire.       

domingo, 2 de abril de 2017

Los daños a terceros

                                                                         “En todo hay una medida” (Horacio).

La prensa diaria nos asalta con las notas lacrimógenas, ríspidas y altisonantes de los quejosos de siempre: ciudadanos que mueven el dinero y las influencias para que las cosas cambien para no cambiar, para que las apariencias o la percepción engañen al ciudadano común y corriente y que cualquier amenaza de cambio verdadero quede en gritos y sombrerazos. Las aguas deben seguir fluyendo en la misma dirección y con el mismo impulso, sin derramas que puedan salpicar a quienes no tienen el derecho de verse beneficiados por el statu quo, por la cadena de inercias que permiten que las aguas estancadas sean comercializadas cada tres o seis años como novedosas soluciones a la pestilencia que nos ahoga.

La reciente manifestación de ciudadanos en el poblado Miguel Alemán que llevó al bloqueo de la carretera por problemas con el transporte suburbano, revelan algunas cuestiones que no sólo quedan en la forma sino que dan pistas de un fondo por demás oscuro y cavernoso: la policía es capaz de desplegar sus fuerzas y “dialogar” con los manifestantes, en un ejercicio de intimidación-disuasión que no constituye diálogo ni mucho menos negociación, ya que la autoridad llega con instrucciones precisas de liberar la vía de comunicación porque el tapón ciudadano impide el libre tránsito de mercancías cuyos clientes esperan para hacerlas circular con la ganancia correspondiente.

Con dinero baila el chango y lo nuestro es tocar la música adecuada. El sistema requiere poner en contacto a oferentes y demandantes mediante el transporte, de donde la infraestructura carretera obra como las arterias que llevan la sangre a los órganos vitales del sistema. Las balas de goma que, según las autoridades, no son agresivas pero que pueden ser letales, se encargan de argumentar la necesidad de liberar el paso, y persuadir a los manifestantes a subordinar sus necesidades comunales a las empresariales, a fin de no afectar “a terceros”. Las demandas ciudadanas son nocivas para el comercio y la ganancia, y solamente pueden ser admitidas en su carácter de reclamo de más bienes y servicios, que incentivarán a las empresas a incrementar sus ganancias y “generar más empleos”.

Los “daños a terceros” mueven la voluntad de quien gobierna en favor de las víctimas de la necesidad popular y sus manifestaciones en procura de justicia, de suerte que los manifestantes siempre contarán con la promesa de respetar la libertad de expresión y el uso pacífico de las vías públicas, siempre y cuando no afecten intereses privados, empresariales, de imagen o de “percepción” de lo que es el poder. Las amenazas, intimidaciones y balas de goma forman parte del paquete que se ofrece a una ciudadanía al borde de un ataque de valor cívico para que, en un plazo perentorio, moderen y, en el mejor de los casos, abandonen los ímpetus beligerantes.

Parece que la defensa de los derechos ciudadanos se ve bien en las películas y las arengas de los funcionarios, no así en la vida cotidiana donde funciona eso de “ustedes” y “nosotros” con clara alusión al espacio excluyente de los privilegios, prerrogativas, canonjías y prebendas propias de la clase política y las burocracias público-privadas que llegan a encaramarse al poder público y ejercen funciones de gobierno y administración.

Los “daños a terceros” contienen una de las claves de la exclusión social, si la manifestación ciudadana supone la reacción a un privilegio concedido a quienes se sirven de las influencias y obtienen los beneficios de su cercanía con el gobierno en turno. Las balas de goma terminan siendo un instrumento de amedrentamiento que congela las calenturas ciudadanas y reprime la acción cívica, por obra de un aparato represivo público que sirve a los intereses de un sector privado parasitario y, visto en perspectiva, agónico.

El gobierno local aparece como un represor vergonzante porque lo mismo que lo caracteriza termina siendo negado por los voceros oficiales: “se respetan los derechos humanos”, “se investigará y fincarán responsabilidades”, “las balas de goma no son agresivas”, “se suspenderá a quien haya disparado a los manifestantes”, “la gobernadora garantiza el respeto a los derechos humanos”, entre otras formas de tirar la piedra y esconder la mano.


Mientras los heridos curan su frustración y su dolor, el estado avanza con el aviso de megarregiones, incentivos a la minería y el trabajo legislativo en favor de la integración económica de sardinas con tiburones. Se oyen en crescendo los aplausos y los murmullos de aprobación de los “sectores productivos” y su coro de aplaudidores por contrato. ¿Sonora avanza?