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domingo, 15 de abril de 2018

Huelga se escribe con H


“Después de la lucha por la vida, la única batalla que se debe librar es contra la ignorancia” (Anónimo).

Como suele ocurrir cuando las organizaciones de los trabajadores debidamente registradas ante la autoridad competente se apegan a la ley para defender sus derechos, no falta quién diga que se trata de un acto que atenta contra los fundamentos mismos del sistema y que afecta enormemente la paz social y los derechos de terceros. Como el sagaz lector habrá captado, me refiero al ejercicio del derecho a huelga.

Los patrones o representantes legales de las instituciones “afectadas” chillan como marranos atorados en sus respectivos esquemas de condescendencia con las políticas recaudatorias, regresivas y lesivas a los intereses de los trabajadores, parte activa en las funciones institucionales y pasiva en el disfrute de reconocimientos, derechos y prestaciones derivadas de su esfuerzo productivo. Sus lamentos se escuchan a kilómetros de distancia y no se sabe si son producto de una seria convicción o simplemente una emanación de la descomposición del sistema al que pertenecen y al que terminan sirviendo por obra y gracia de la limitación presupuestal impuesta por el criterio mercantil que domina la cosa pública.

Por desgracia, los estudiantes de las instituciones en conflicto se alinean con el trivial criterio patronal y terminan actuando como “clientes” que, aunque reciben educación en espacios públicos, no entienden que al concluir su proceso formativo pasarán a formar en las filas de los desempleados, subempleados y trabajadores sin derechos gracias al esquema del outsourcing, a la tercerización de la economía y al carácter cada vez más acentuado del trabajador como producto desechable. Aquí, la dignidad humana y los derechos del trabajador pasan a ser una consideración molesta y contraria a la lógica mercantilista que se imbuye en las mentes de los futuros explotados. Los futuros profesionista asumen actitudes de patrón y exigen su “derecho a la educación” en un acto de legitimación de su futura desgracia por la vía de la marginación económica y la exclusión social. Son, lamentablemente, idiotas útiles del sistema en vez de ser factor de transformación de sus instituciones y, sobre todo, de la mejora de las condiciones de vida y futuro de los trabajadores. En el aquí y ahora de quienes niegan la fatalidad natural de envejecer, de ser simples trabajadores y no gerentes de empresa, o desempleados con títulos y constancias, el futuro es color de rosa y la realidad es un caso especial con el que no tienen ni tendrán que ver en sus vidas… hasta que el destino los alcanza.       

Como usted sabrá, los académicos de diversas universidades y centros de investigación y estudios superiores se han manifestado por un mayor presupuesto para la ciencia, ninguneada por las extrañas prioridades de una serie de gobiernos donde la apariencia puede más que los hechos concretos en el ejercicio de sus deberes y obligaciones constitucionales. Es público y notorio que las instituciones educativas de todos los niveles sufren de una carencia crónica de recursos, de donde la labor científica y la docencia de alto nivel simplemente no pueden desplegar sus beneficios y terminan cayendo en la categoría de changarros vendedores de chatarra que dejan las funciones esenciales en manos de consorcios extranjeros o, de plano, tiene que confesar que el carácter de nuestra ciencia y educación es simplemente decorativo dado que el peso mayor lo llevan los productos extranjeros que importamos en ciencia y tecnología como buen  país de maquila ligado al mercado extranjero, particularmente gringo. El elemento clave del discurso oficial que menciona a cada rato la palabra “excelencia”, es el cinismo. La autocomplacencia es su complemento infaltable.

En este contexto se dan las revisiones salariales y contractuales de las instituciones de educación superior e investigación, lo que da la pauta de qué clase de futuro puede tener un país que no invierte en sus propios recursos humanos, como no lo hace en salud, seguridad social y empleo decente.

Recuerde que la huelga es un recurso legal y legítimo de los trabajadores, logrado por generaciones que lucharon para que usted como asalariado, y sus hijos, tengan mejores condiciones de progreso y bienestar. Nadie busca por frivolidad o capricho la suspensión de actividades en un centro de trabajo y sólo se acude a ella cuando la cerrazón de las autoridades obliga a la defensa del bienestar familiar y lo que, en estricto derecho, corresponde a los trabajadores.

La lucha de los universitarios es la de las clases trabajadoras, del futuro de nuestros hijos, y es, en suma, la del país. ¿Qué razones válidas podría haber para que no apoyemos esta causa y actuemos en legítima defensa? Corrijamos, entre todos, los errores ortográficos y conceptuales del sistema.

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