Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

domingo, 27 de mayo de 2018

Los viejos


“No voy a ser un viejo jubilado que se pone en un rincón a escribir las memorias. Yo no voy a escribir nada, no tengo tiempo, tengo cosas para hacer” (José Mujica).

Usted estará de acuerdo en que somos una sociedad con ideas curiosas acerca de lo útil y lo inútil de la vida, la importancia de los acontecimientos, la relatividad de la verdad y el aporte calórico de las bebidas alcohólicas. Quizá coincida en que los seres humanos cada vez más estamos siendo considerados, más que personas, un expediente que se identifica con un número, cuyas hojas revelan lo que hemos sido y dónde estamos en la cadena alimenticia de la organización. Los méritos y trayectoria se registran de acuerdo con una escala de medición que puede ser la tabla de puntajes de los programas de estímulo a la superación o a la carrera docente cuando somos trabajadores de la educación, que documentan los pasos de la profesionalización y el desempeño en el puesto, la antigüedad, entre otros datos que nos resumen y clasifican.

En el entramado de las definiciones personales también intervienen instituciones como los bancos y una cauda de organismos gubernamentales que generan, catalogan y clasifican información sobre nuestro historial crediticio, la escolaridad, el estado civil, el alta en el padrón electoral, los antecedentes penales, la salud, entre otros. Cada uno de nosotros es una fuente cotidiana de datos que son compulsivamente analizados de acuerdo con criterios que transitan de lo puramente administrativo a lo llanamente punitivo. Aquí cabe aclarar que el sistema no se mueve en respuesta a la necesidad de información de usted, sino al de la dependencia oficial que lo requiere. Queda claro que la relación entre usted y el sistema es vertical descendente: el sistema lo puede cuestionar, pero usted no puede cuestionar al sistema. Si a alguien se le ocurre alegar que la calidad de ciudadano permite exigir al gobierno respuestas, le contestarán que así es, pero que la investigación la lleva el órgano oficial competente y usted, como ciudadano, pudiera estar implicado en algo que por razones de seguridad eventualmente se deberá investigar.

Como usted sabe, la nación es el escenario de una lucha extraña y desigual en la que participan los viejos, los trabajadores que pasaron a retiro en las diversas dependencias oficiales, universidades y otros centros de trabajo que se pensionaron o jubilaron de acuerdo con los diversos regímenes de seguridad social nacionales o estatales. En los distintos medios de información es ya frecuente que se hagan denuncias sobre fondos pensionarios perdidos, de fondos evaporados, de fraudes ligados a los ahorros de los trabajadores y que no se han destinado a los fines que les son propios: garantizar una fuente de ingresos que permita una vejez tranquila y decorosa. Las evidencias demuestran que el ahorro de los trabajadores ha servido para el enriquecimiento súbito de empresas ligadas al sistema financiero y crediticio privatizado en la década de los 90, así que el ahorro logrado durante décadas hoy sirve para financiar aventuras especulativas y trapacerías electorales.

Pero, si los trabajadores en activo sufren la perversidad de las reformas laborales que abaratan el despido y nulifican derechos adquiridos, los jubilados son víctimas de la retórica destructiva del Fondo Monetario Internacional y del retroceso en materia de seguridad social que propicia el modelo neoliberal. Aquí se vive una guerra por la sobrevivencia de los viejos en una lucha desigual donde la humanidad y la solidaridad parecen ser palabras sin sentido, aún en el seno de las organizaciones sindicales que se reputan como democráticas e independientes.

Lamentablemente, en el sindicalismo se vive una etapa de trivialización de aquellos valores que le dieron sentido y coherencia; es decir, la solidaridad como el hilo conductor entre una y otra generación en la construcción de espacios democráticos y progresistas, con una mística clara de defensa de sus derechos colectivos y de la independencia de la organización. Como es natural, la equidad es un principio esencial al interior de la organización, de suerte que los logros en las luchas por mejores condiciones salariales y contractuales son extensivos al personal en retiro, particularmente en lo referente a las mejores condiciones de jubilación, salud y seguridad social; situación que ha sufrido cambios en demérito de la relación intergeneracional que afectan a los pensionados y jubilados. Un ejemplo de ello es lo que ocurre en el seno del sindicato universitario STAUS, con la decisión de excluir a los trabajadores retirados del disfrute de becas para los hijos y el derecho de los cónyuges de los fallecidos a acceder al beneficio del fondo mutualista. Cabe señalar que esta exclusión es por una decisión interna al margen del Contrato Colectivo de Trabajo.

Cabe recordar que el trabajador jubilado aportó durante toda su vida laboral al fondo mutualista, que luchó por el logro de mejores condiciones salariales y contractuales y que aportó su tiempo y esfuerzo en la construcción y consolidación de su organización sindical. Ya aportó, ya cotizó, ya luchó, ya logró y ya participó activamente en beneficio de todos cuantos han estado, están y estarán en el sindicato. Regatear este derecho ganado es reducirnos a cualquier especie de organización clientelar presa de los afanes mercantiles de la ideología neoliberal.

Los viejos de hoy son los luchadores de ayer, los constructores de lo que tenemos y la conciencia crítica de la organización. Como mínimo se debe exigir que haya respeto y trato justo. No es un favor sino el pago de una deuda. Hoy más que nunca debemos entender que los trabajadores retirados son personas, no expedientes que se archivan en tumbas burocráticas, no son figuras retóricas sino nervio y fuerza que apuntala y alimenta en el tiempo los sueños de los trabajadores del presente.

domingo, 20 de mayo de 2018

Las campañas



“No puedes llamarles gilipollas, son votantes” (Louane Emera, en La familia Bélier).

Estamos acostumbrados, sentimos que son parte de nuestra existencia y determinan los eventos de la vida cotidiana, los temas de conversación, los medios y las formas de comunicación social, personal, afectivo, familiar… Son infaltables y sacan de apuros cuando no hay tema, cuando la flojera de pensar en dialogar nos lleva al lugar común, al tema facilón, a la nausea de la trivialidad convertida en costumbre social. Las campañas políticas nos llenan de mensajes e informan sobre vidas, obras y milagros sin que necesariamente se deban o puedan comprobar las buenas nuevas, los motivos de asombro y admiración, los motivos de apoyo o de defensa del paladín en turno; el sistema corta a todos con la misma tijera y el modelo que se recicla siempre tiende a ser predecible, simulador y vacuo. Nos aburrimos colectivamente, pero también establecemos diferencias y preferencias, filias y fobias, apoyos y rechazos.

La repetición de los mensajes y la falta de imaginación, pertinencia y propuesta llenan los espacios mediáticos y las neuronas sufren los efectos soporíferos de la propaganda y la agresión de los argumentos y denuncias que hacen de la política un simple lavadero público, espacio vergonzoso donde la ignorancia, la mentira y el desprecio a la opinión pública reinan soberanos y se yerguen invencibles.

Por otra parte, la guerra de encuestas permite suponer que los instrumentos estadísticos en su elemental simplicidad pueden ser tan falsos como el más torcido de los discursos. La manipulación mediática basada en instrumentos sesgados da cuenta de la prostitución cuantitativa de que son capaces los políticos y los equipos a su servicio, en apoyo a la construcción de una imagen que sólo tiene vida y sustento en el papel, la película o el cartel publicitario, de credibilidad más escasa que la de las bondades de las reformas estructurales o la certeza de un futuro ligado a las transnacionales. En resumen, la mentira recreada en diversas formas y lugares crea al candidato, le da vida e historia, lo hace héroe sin batallas, paladín de causas ficticias y agorero de un país sin recursos como si la nada fuera logro y el fracaso probado un ejercicio de eficiencia exitoso y redituable.

La burla a la inteligencia del ciudadano tiene un punto culminante cuando los candidatos de los partidos emblemáticos del sistema señalan problemas y proponen soluciones que bien pudieron aplicar cuando estaban en el puesto de gobierno o en el cargo de elección. El que fue funcionario público, de partido o legislador ahora descubre el hilo negro y el agua tibia y señala airado las deficiencias, desviaciones y corruptelas del sistema al que pertenece, que antes no vio o no le importaron y puesto a defender sus propuestas novedosas y transformadoras, sus iniciativas de ley y sus acciones en las colonias y barrios al calor de la campaña, vocifera contra sus oponentes.

¿En serio pensarán que el ciudadano es idiota de nacimiento o un ser tan corruptible que su destino es hacer de palero o sicario electoral del sistema que lo nulifica y degrada? Lo deseable es que no lo sea, pero las cosas no funcionan en los parámetros del “deber ser” sino del “ser”, pero tan es así que basta una tarjeta precargada, una despensa, un poco de material para construcción, o una oferta, para que la credencial sea fotocopiada y se establezca un compromiso de voto.

La voluntad adormecida hace el milagro de que cualquier campaña negra pueda funcionar o al menos ser difundida en las redes sociales con visos de convicción de quien comparte. El trasiego de basura informativa y de desorientación y embrutecimiento popular va viento en popa en tanto no haya un chispazo de conciencia, una respuesta inteligente e informada o un vacío razonado de quien se niegue a envilecer aun más el oscuro y deprimente panorama electoral mexicano. La desconfianza en el Instituto Nacional Electoral se refrenda por el hecho de que el sistema de información de resultados electorales quedó en manos de empresarios privados ligados al sistema que se niega a morir y que une sus fuerzas para impedir que llegue la oposición representada por Morena y López Obrador. La modorra ciudadana bien puede desaparecer ante el estímulo de un fraude monumental que, de realizarse, pondría a trabajar en defensa de su propia integridad a una ciudadanía agraviada pero apática. El tigre aún puede despertar.

En el marco de las campañas los llamados debates son un circo alimentado por la morbosidad e ignorancia de quienes compran el boleto de entrada a una pelea en el lodo. Desde la comodidad de su hogar y plácidamente pertrechado de bebidas alcohólicas, botanitas y almohadones, el ciudadano puede gozar de las típicas fintas de la lucha de máscara contra cabellera, en un formato rígido, manipulable, aburrido y tendencioso a voluntad de sus productores y “moderadores”. La pornografía política goza de cabal salud mientras que la conciencia ciudadana recibe golpes bajos y la democracia patadas en el trasero. Tiempo de madurar. Tiempo de cambios en serio.

domingo, 13 de mayo de 2018

Al borde del festejo


“Un maestro afecta la eternidad; solo él puede decir donde para su influencia” (Henry Adams).

Los aires primaverales nos llenan de entusiasmo festivo ya que tenemos varios hitos en el calendario de jolgorios reconocidos y aceptados en el mes de mayo, entre los que destacan el día del trabajo (1), la batalla de Puebla (5), el de la madre (10), el maestro (15), el psicólogo (20), el estudiante (23) y el contador (25). Por hoy me referiré al día del maestro celebrable el martes 15.

En nuestro país el festejo se debe a Venustiano Carranza, quien a iniciativa de los diputados Benito Ramírez y Enrique Viesca decretó la conmemoración en 1917 y que, a partir de 1918, se celebra en todo el país. Cabe hacer notar que ese día, pero en 1950, el Papa Pío XII nombró a San Juan Bautista de La Salle patrono universal de los educadores. Por otra parte, en 1867, con la victoria de las armas republicadas concluye el sitio de Querétaro y, con él, la Segunda Intervención Francesa y el Segundo Imperio Mexicano.

La fiesta de los maestros debiera suponer el reconocimiento enfervorecido a los que hacen posible el despertar de la conciencia de sus alumnos; un homenaje a los constructores de futuro de un pueblo amante de sus tradiciones, su cultura, su identidad, y comprometido con su futuro, con su prestigio internacional, con su paz interior, con su grado de civilidad, de progreso, del bienestar de sus gentes, de la confiabilidad de sus instituciones, de la calidad de su oferta de trabajo y la solidez de su seguridad social. Debiera, pero no resulta creíble en la realidad cotidiana, porque en México no se educa para la libertad, para la justicia y para la vigencia de los derechos económicos, sociales y políticos de sus habitantes.

Mientras que en otros países el maestro goza de la más alta consideración social, aquí es un ciudadano de segunda, un empleado que sirve para llenar los actos masivos del régimen, un manipulador de conciencias que puede rozar el sicariato ideológico cuando se sirve de la fuerza de la organización magisterial para apoyar a tal o cual candidato, iniciativa de ley, pronunciamiento, programa o proyecto de desnacionalización a cuenta del gobierno en turno. La influencia del maestro así reducido es empleada para el Plan “B” de las contingencias políticas de un gobierno sin legitimidad, apátrida, corrupto y peligroso para el desarrollo del país. En estas condiciones se educa para la subordinación y el engaño.

En décadas pasadas, antes del golpe neoliberal, el ingreso a la Escuela Normal era posible tras rigurosos filtros, pero el esfuerzo valía la pena porque el maestro salía con su plaza, tenía un destino programado, podía acceder con el tiempo a posiciones de carácter administrativo, rodeados de prestigio y poseedores de experiencia. El maestro de base y el director de escuela eran reconocidos y respetados en el pueblo, en la ciudad, en todos los ámbitos de la interacción humana en la que participaban y desplegaban su capacidad de gestión en beneficio de las comunidades, llegando a ser promotores del cambio, ciudadanos ejemplares cuya acción cotidiana los convertía en activistas por un mejor país. Sin duda la fuerza moral del magisterio pronto devino política, irradiando su influencia en los más diversos círculos, hasta llegar a las alturas de la administración pública y eventualmente el poder.

Cuando la política del país dejó de ser nacionalista y revolucionaria, el interés basado en los valores del mercado trastocó la obra social del magisterio y la transformó en una mercancía más; un bien que sólo se adquiere con la calidad suficiente cuando se consume en los expendios de la iniciativa privada, los negocios de la educación como signo de prestigio, de pertenencia a una clase social que no se siente heredera de Juárez, de Vasconcelos o de Cárdenas. La educación pública se puso frente a la privada privilegiando el logro individual sobre el bien común.

Actualmente la educación pública sufre los embates del gobierno neoliberal y se privilegian los negocios educativos. Esta ideología anclada en el mercado castra la conciencia social de sus docentes y de los alumnos que se forman en el pragmatismo individualista que carece de perspectiva histórica, de raíces de identidad con el país que tenemos y que debemos cambiar para bien de todos. El maestro se convierte en simple transmisor de la trivialización de la historia, de la cultura y la conciencia nacional.

Frente a este panorama triste y desesperanzador, se levanta valientemente una nueva generación de maestros con conciencia social, con conciencia de clase, que luchan cada día por recuperar el espacio privilegiado del maestro que sirve al país con su esfuerzo y generosidad desde el aula en la ranchería, en la colonia marginal, y que ve el futuro de México ligado a la educación pública, gratuita, de calidad, formadora de verdaderos ciudadanos capaces de ser solidarios en la recuperación de la república. Por eso se ejercen acciones políticas, por eso hay movilizaciones, por eso se da la lucha legal. Por eso los maestros democráticos y nacionalistas luchan en la actualidad en las filas de la CNTE, hermanados con cada vez más movimientos ciudadanos que creen y piensan en México como una patria soberana que debe ofrecer espacio y abrigo para todos, porque es democrática, justa, equitativa e incluyente.

El día del maestro es un día de lucha, no una fecha en el calendario de celebraciones del sistema, llena de discursos, de hipocresía y de cursilería oficial. Es un recordatorio, en todo caso, de la misión formadora que el maestro debe realizar, junto con las familias y los estudiantes de que son responsables. Es tarea de todos, ¿le entramos?

domingo, 6 de mayo de 2018

¿Huelga en el paraíso?


“Una huelga de intelectuales, que es un supuesto improbable, paralizaría la marcha del mundo” (Camilo José Cela).

Como el culto e informado lector sabe, Sonora padece una enfermedad social que se traduce en el desprecio oficial por los reclamos de los trabajadores cuando de defensa de derechos se trata; así, tenemos que la necesidad de ser un buen lugar para invertir, algo así como un paraíso laboral que halague y consienta a los posibles, probables y potenciales inversionistas que “vienen a generar empleo porque creen en nuestro estado y en la seguridad que ofrece nuestro gobierno”, independientemente que dicha pretensión coarte las vías legales y legítimas de protesta laboral de los afectados de siempre: los trabajadores. En Sonora, por decreto de la actual gobernadora, la política es de cero huelgas.

Tal situación se manifiesta en la forma en que la Junta Local de Conciliación y Arbitraje recibe y decide sobre los emplazamientos y su posterior declaratoria de huelga. La autoridad laboral decide facciosamente dar por inexistente cualquier atisbo de parálisis de actividades y en el mismo sentido va la Secretaría del Trabajo del Estado de Sonora, dependencia gubernamental de existencia cuestionable que se apresura a cumplir las instrucciones de la gobernadora y logra el milagro de convertir el derecho en privilegio: en nuestra entidad no hay derecho laboral que valga y el ejercicio de las garantías legales son, en términos prácticos, un privilegio.

Lo anterior viene al caso porque, tanto en 2014 como en el año en curso, la huelga del STEUS se declaró ilegal y se ordenó el archivo del expediente. Así tenemos que no importa si el gobierno es panista o priista, o el rector de la UNISON es Grijalva o Velázquez, el resultado es el mismo: el patrón tiene la razón por decreto y puede amenazar con el despido a los trabajadores que sostengan la huelga, independientemente de que su emplazamiento y estallamiento haya sido en los términos que la ley establece, sus demandas justas y su actuación pacífica y apegada a derecho.

Se arguye que los estudiantes no pueden dejar de tener clases porque “son el futuro de Sonora”, entidad que genera empleo precario y sigue puntualmente el dogma de no rebasar el tope salarial del 3.4 por ciento, sea cual sea el costo de la canasta básica, el precio de la gasolina, electricidad, agua, educación de los hijos, entre otros gastos forzosos que gravitan e inciden en el ingreso del trabajador, situación que se ha agravado gracias a las llamadas reformas estructurales.

Como usted sabe, la novedad de este gobierno ha sido lo de las zonas económicas exclusivas y, sobre todo, la llamada mega-región Sonora-Arizona bendecida por ambos gobiernos que queman incienso a la potencial utilización de los recursos y el espacio sonorense en beneficio de nuestros vecinos del “otro lado”. Por ahora, centraremos la atención en este último aspecto. Nuestro malinchismo nopalero puede más que las razones estrictamente económicas, históricas, políticas y sociales, despertando los deseos de las clases favorecidas sonorenses de ser tucsonenses honorarios en lacayuna asimilación por el extranjero.

Si la frontera entre nuestra entidad y la vecina Arizona se desdibujan por obra del dólar, la desmemoria y el malinchismo apátrida del gobierno, resaltan, sin embargo, las diferencias en el trato de problemas similares cuando se ofrecen respuestas distintas. Pongo por caso la reciente huelga magisterial de Arizona.

Mientras que en Sonora las instituciones educativas padecen de anemia económica, restricciones presupuestales, reformas punitivas, mecanismos de exclusión y control de los docentes y sus organizaciones gremiales, los profesores de Arizona lograron un aumento general del 20 por ciento en cuatro años.

La huelga que duró cinco días y que finalmente se levantó el pasado viernes 4, dejó sin clases a medio millón de estudiantes de escuelas públicas, es decir 470 mil más que los supuestamente afectados por la huelga del STEUS. Aquí tanto el gobierno del Estado como el rector de la UNISON se rasgaron las vestiduras y bramaron su enojo por la suspensión de clases, amenazando con despidos masivos en caso de que no volvieran al redil los trabajadores que ejercían su derecho a huelga; en cambio, en Arizona el gobernador Ducey dijo que los maestros se habían ganado el incremento y lo consideró un triunfo de éstos y de los propios estudiantes. El aumento significa un gasto de 300 millones de dólares para el próximo año (Expreso, 4 de mayo de 12018). Ambos movimientos duraron cinco días, pero es claro que la actitud del gobierno es completamente distinta.

Pero ya entrados en gastos, ¿usted cree que una “mega-región” transfronteriza puede llegar a beneficiar a la parte más débil del binomio? ¿Se pude suponer bondadosa una relación asimétrica, es decir, la coexistencia de tiburones y sardinas? Aquí cabe recordar que el gobierno de Arizona siempre ha hecho cuentas de los recursos de Sonora, parte del gran traspatio gringo, lo que fue más que evidente en el programa de gobierno del republicano Fife Symington (1991-1997). Seguramente usted recuerda la pretensión de hacer de Guaymas el puerto de Arizona. Lo interesante sería ver esfuerzos gubernamentales por integrar económicamente el Noroeste de México, y aprovechar sus potencialidades en beneficio de los habitantes de las entidades que lo conforman.

Nosotros tenemos huelgas con destino diametralmente opuesto a las que se desarrollan en el país del norte, meca y paraíso de los desarraigados. La diferencia es la concepción que se tiene de desarrollo y la forma de lograrlo. No hay duda de que una mejor retribución al factor trabajo produce mejores resultados en las condiciones de vida de las familias y el clima laboral de la entidad, región o el país. Los sueldos de hambre y la ausencia o disminución de los derechos laborales sólo producen miseria, desencanto y violencia. De esto somos el ejemplo. ¿Mega-región? ¡Pamplinas!